Enemigo del intestino, escondido en las harinas

GILBERTO MOLINA
El Universal

Sábado 26 de mayo de 2007

La celiaquía o celiaquismo, también llamada «intolerancia al gluten», afecta a un millón de mexicanos. De acuerdo con especialistas del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición (INCMN), es un problema de salud pública que se acompaña de desidia, soledad, desconocimiento y apatía de los actores implicados
Alrededor de un millón de mexicanos, 1% de la población, sufre de intolreancia al gluten -contenido en varias harinas-, de acuerdo con estimaciones hechas por especialistas del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición (INCMN), de la Secretaría de Salud. Para los especialistas, esta enfermedad, llamada celiaquismo, se va convirtiendo en un problema de salud pública y se mueve entre varios ejes: desidia, soledad, desconocimiento y apatía de los actores implicados.

La comunidad médica no está preparada para enfrentar esta enfermedad, para la Secretaría de Salud no es un tema relevante en su agenda y en el Congreso de la Unión desconocen la importancia de que se legisle sobre la etiquetación de alimentos con gluten, proteína básica de los cuatro cereales proscritos para los enfermos.

Esa extraña enfermedad

La celiaquía o celiaquismo, tam bién llamada «sprue tropical» o «intolerancia al gluten» es una patología genética que afecta particularmente al intestino.

Se manifiesta generalmente en la niñez, pero los adultos no están exentos de padecerla y es dos veces más frecuente en mujeres que en hombres. Abortos recurrentes están asociados también con este mal.

El celiaquismo daña las vellosidades que absorben los nutrientes y los alimentos se desechan en ocasiones enteros, tal cual son ingeridos.

«El intestino es como una toalla con muchos vellitos o una raíz que absorbe y la enfermedad ocasiona que esos vellitos o esas raíces se pierdan. En consecuencia, hay restos de alimentos completos en las evacuaciones», dice a EL UNIVERSAL el doctor Eduardo Cerda Contreras, del departamento de Gastroenterología del INCMN y uno de los escasos especialistas del tema en el país.

De acuerdo con su gravedad, los celiacos se dividen en tres grupos: asintomáticos (portadores que no desarrollan la enfermedad en sus manifestaciones cómunes); clásicos, los que sufren de diarreas crónicas -que van de 15 días a un mes- y los celiacos refractarios.

Estos últimos representan aproximadamente 2% del total de enfermos y son un dolor de cabeza para la ciencia.

Retienen los nutrientes gracias a un tratamiento de por vida a base de cortisona y esteroides, y pueden llegar a morir deshidratados en cuestión de horas.

Óscar Hernández, de 50 años de edad, es uno de ellos. La vida se le va literalmente en el cuidado que pone en su dieta.

«Me puedo comer un taco de gui sado y por el gluten que le ponen a la salsa al otro día me estoy muriendo (…). He llegado al hospital en estado de choque en muchas ocasiones. Un médico me dijo: un día el corazón no te va a responder. Te puedes quedar allí si no te cuidas», comenta.

En los casos extremos, el celiaquismo degenera en linfomas intes tinales, un tipo de cáncer de lo más agresivo. Es irreversible, no tiene cura, pero sí una forma de sobrellevarlo que implica renunciar a casi toda expresión de vida social y a buscar un sicólogo de cabecera.

Caminar en las sombras

Sin ocultar la realidad del problema, el doctor Eduardo Cerda brinda una conclusión lapidaria:

«La comunidad médica (en Mé xico) no está preparada para en frentar esta enfermedad. Se pensaba que era poco frecuente y no se le daba la importancia que merecía. Los argentinos y los españoles son los que más estudios han hecho, aquí apenas estamos en pañales», señala.

A las dificultades del diagnóstico -ya que el celiaquismo suele confundirse con diversos trastornos-, se suma la indisciplina de algunos pacientes para seguir religiosamente una dieta, la improvisación de los médicos al recetar a sus pacientes y la falta de interés del Congreso para apoyar su causa.

María Teresa Rull, de 46 años de edad, sufre de una complicación de la piel llamada ´dermatitis herpeti forme´, que nadie supo precisar, ex cepto otro celiaco.

«Por ética no te puedo decir el nombre (del médico), pero quedé muy decepcionada. Gasté cuatro o cinco años en antibióticos para en fermedades de la piel que no me sir vieron de nada, más las consultas», reprocha.

Los estándares internacionales establecen que un producto debe contener un máximo de 200 ppm (partes por millón) de gluten para considerarse apto para celiacos. Por ley, la porción debe incluirse en las etiquetas. No hacerlo representa un delito, lo mismo que falsear las can tidades.

En México se intentó copiar esa medida en la legislatura pasada, a petición de un grupo de enfermos, pero quedó sólo en el intento.

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